Cuando te conocí aprendí de nuevo a hablar,
todas las palabras se reinventaron porque no cabías en ellas
y los poemas de mi estantería buscaron otras metáforas,
porque esas ya no servían después de ti.
Dejé de reconocer las calles de mi barrio,
porque se volvían otras al pasear-te.
Salíamos a beber,
y cogía la borrachera de mi vida
porque solo podía beber-te a ti en todas mis copas.
Ya no temía dejar de sonreír
porque podía sonreir-te.
Y tú siempre me devolvías una mirada donde acunarme.
Tenías ese don,
el de dejarme vivir-te y que la vida supiera en ti cien veces más que en la de cualquier otra.
El problema fue cuando de tan acostumbrada a ganar contigo,
me tocó perder-te.
Y dime cómo aprendo yo de nuevo a hablar si te llevaste todas mis palabras en tus trenzas.
Porque la única manera que se me ocurre de recordar quién era yo, antes de ti,
es olvidándo-te.