Apoyando sus manos sobre la tierra, se dejó llevar por los tambores de la percusión. Su corona de flores se llenó de música. Se oían pájaros, risas y gritos de alegría festiva. Sus pies descalzos comenzaron a dar pequeños saltos sincronizando con los tambores africanos. La joven cerró sus ojos y enseguida supo que se trataba de una iluminación, de una liberación de energías positivas. “Estoy en casa”, dijo a sus adentros mientras bailaba sonriendo de oreja a oreja.
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