Me consumo sin remedio.
De mi piel brotan ideas que pudren su tacto
que le dan alas a mis cuervos.
Cuando creo que todo está cerrado
una sospecha abre la caja
y deja salir a los demonios que me atormentan.
Otra vez vuelvo a ponerme la máscara
y a rezar para que el tiempo corra
antes de que la ansiedad me alcance.
Vuelvo a desdibujarme en los charcos,
a cerrar con pestillo cuando voy a ducharme,
a aprender a llorar en silencio
y a pintarme sonrisas que convenzan
pero que se borren cuando regreso.
Vuelvo a perderme en mi laberinto
sin ganas de encontrar la salida.
Vuelvo, vuelvo y vuelvo
sin previo aviso
cuando todo parecía perfecto.